2011/04/25

La nostalgia de los abuelos




Sentada en el calmado mecedor, Alicia de Ceballos mira desde la ventana por un momento para observar el paisaje del Viernes Santo de este año y se enfada de nuevo por la perversión de los nuevos tiempos. Afuera, incluso el parque vibra con el sonido que proviene de los bares del Parque Cundí (Un barrio tradicional de Santa Marta-Magdalena en Colombia) .  A dos casas de distancia, Carmen Barreto observa la misma imagen rezando para que Dios les traiga sabiduría a los nuevos jóvenes. Ambas, desde la distancia, evocan los antiguos tiempos de su niñez; están de acuerdo, en que los tiempos han cambiado y la fe ya no se vive como antes.

Antes había más devoción, los hijos se dejaban guiar y los padres eran muy religiosos, lo cual se heredaba. Recuerdo que para mi familia la Semana Santa era mejor que un cumpleaños -dice Carmen-, esos días nos vestían con las mejores ropas y asistíamos a toda la ceremonia, ¡la Catedral se llenaba! ¡No cabía la gente!  Ahora las cosas son más relajadas, la costumbre de los abuelos se ha roto, ya ni se le da importancia a la ropa ¡y las personas entran al templo hasta en vestido de baño!

Carmen se alarma aún más con el recuerdo del silencio total del Viernes Santo; el recogimiento de esos días; comparado hoy con los potentes parlantes que alborotan el barrio del otro lado del Parque Cundí.  En la otra casa, la abuela Alicia y su cuidandera Miriam Mora escuchan el mismo escándalo mientras deciden que harán para cenar.
Las cosas ahora son menos rígidas, afirma Miriam, nunca estuve de acuerdo con la tradición de que en estos días no se podía comer carne, la carne que el Señor nos prohibió fue el deseo de la carne, en estos días lo importante no era la comida, era lo espiritual.

En aquellos tiempos estaba prohibido no solo comer carne, también se prohibía hacer cualquier labor el Viernes Santo; no se prendía el fogón, pues se creía, que si se cocinaba en ese día te podría salir un espanto. No creía en eso, era más una táctica de los padres para que los niños nos quedáramos quietos, pero aún así, nunca me atreví a comprobarlo. –dice Alicia con seriedad mientras termina de tejer un pequeño mantel.

Miriam aprovecha para referirse a los dulces, y ambas recuerdan como se elaboraban y se repartían entre los vecinos.  Se preparaban dulces de toda clase: de ñame, de ciruelas, de icaco, de cascara de naranja, de coco solo o acompañado de leche, piña, panela; habían dulces de todos los colores y sabores que se repartían, acompañados de queso, entre los vecinos, familiares y se les brindaban a todos los que llegaban de visita, ¡qué días aquellos! Da nostalgia ver cómo han cambiado los tiempos y las costumbres.

Ahora Carmen, desde su casa, inicia sus rezos pidiéndole a Dios el cumplimiento del mismo deseo que tanto anhelan Alicia, Miriam y muchos otras personas… que los jóvenes dejen la ignorancia de Dios, y el futuro traiga mejores tiempos. Al fin y al cabo, esta semana es para dirigir las plegarias a Dios.

“La esperanza es lo último que se pierde”, dice Carmen

0 comentarios:

Publicar un comentario

¡Cuida tu vocabulario y no te abstengas de expresarte!

Twitter Delicious Facebook Digg Stumbleupon Favorites More