La primera vez que me encontré con este libro fue cuando estaba en la escuela primaria, en una clase llamada "biblioteca" donde nos enseñaban a leer. Fue obligación leerlo una vez, pero desde entones lo he leído tantas veces que casi me lo sé. Aún en los días tristes, cuando me siento sin fuerza o cuando siento que estoy atrapada, busco de nuevo a mi viejo amigo, y juntos volvemos a despegar las alas, y volamos muy alto, para que el viento de las alturas me renueve nuevamente, entonces, vuelvo a sonreír, y siento que ya nada puede vencerme.
Durante ese viaje se encuentra con otro grupo de gaviotas que vuelan majestuosamente admirando a Juan Salvador Gaviota. Ellas le llevan a otro lugar, a un estado de mayor perfección. Allí el logra aprender aún más, logrando incluso superar los límites del tiempo y el espacio. Pero cuando debe aprender a “amar” no logra desprenderse del recuerdo de su bandada, por lo que decide regresar. En el camino se encuentra con siete exiliados a los cuales enseña a volar y con los cuales regresa a la bandada. Poco a y poco, la bandada se abre ante Juan Salvador Gaviota y sus alumnos. Al final, Juan decide marcharse nuevamente y deja la dirección a su alumno Pedro Gaviota.
Esta obra es la analogía entre la lucha de una gaviota con la lucha que todos tenemos a diario por nuestros propios sueños. Es por esto que la obra nos enseña –o pretende hacerlo- que no hay límites más que los que uno mismo se impone y qué somos nosotros mismos los que decidimos el rumbo de nuestro destino. No debemos dejar que las cadenas de la sociedad nos impidan alzar vuelo a la perfección. Y sobre todo, esta obra nos enseña a perdonar al pasado, a servir a quien nos necesita, y a abrirnos a la solidaridad, la perseverancia y el amor.
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