2011/05/10

Somos iguales y nos tratamos diferentes


 En los hogares de la costa Caribe colombiana se puede evidenciar una marcada cultura sexista entre hombres y mujeres. Diferentes roles son designados de forma discriminante para hombres y mujeres de manera que estos no se alejen del prototipo aceptado por la sociedad “No debes llorar, porque debes ser un macho”, “no debes ser ruda, eres mujer”, “Los hombres pueden salir hasta tarde, las mujeres deben quedarse en casa, cocinar, tejer, cuidar de los niños o lavar, nada más”

Esta problemática es fácilmente evocada por adolecentes quienes observan con mayor facilidad hechos discriminatorios en el mundo que les rodea. O no le parece conocida la historia, a manera de ejemplo, de Luisa que pide permiso a sus padres para ir a una fiesta y estos le responden afirmativamente con una sola condición, que valla con su hermano, dos años menor que ella, pero ¡qué importa! es hombre. O aún peor cuando ella se arma de valor y le cuenta a sus padres que ya no es virgen, recibe un castigo de por vida, mientras que su hermano, semanas después, cuando cuenta de su primera aventura, es fuertemente alabado por los padres. Es bueno mencionar otro ejemplo, como la costumbre de enseñar a las hijas a desempeñarse en las labores de la casa mientras los hermanos juegan sin que se les exija a estos ninguna colaboración.

Si quiere usted, querido lector, evidenciar esta problemática en su propio hogar, y de paso, disfrutar de un interesante ejercicio, ármese de valor y siga estos pasos
  • 1)      Concilie con su familia un día para llevar a cabo el experimento.
  • 2)      Haga que los hombres ocupen las labores de las mujeres y viceversa, o, que los padres ocupen el lugar de sus hijos y estos el de sus padres (Recuerde que puede repetir el ejercicio tantas veces quiera con las variaciones que prefiera)
  • 3)      Cada miembro en este punto, debe actuar exactamente igual a como actuaba la persona cuyo lugar ocupa, es decir, el hijo que en este ejercicio ocupa el papel de la madre deberá tratar a quien haga el papel del hijo tal como recuerda ser tratado por su madre.
  • 4)      Al final del día, reúnase con su familia para dialogar con ellos sobre el “¿Cómo se sintieron actuando como la otra persona? y ¿Cómo se sintieron al verse reflejado en otra persona?”
  • 5)      Saque con ellos sus propias conclusiones

Llevar a cabo ejercicios como el anterior u otras acciones que nos lleven a superar conductas sexistas en nuestros hogares son actividades de carácter necesario y urgente, puesto que estas discriminaciones pueden asemejarse a los virus:
Los virus atacan a un miembro de la familia y se contagia; tal como estas costumbres discriminatorias se heredan de una generación a otra.
Los virus debilitan nuestra fuerza; al igual que estas discriminaciones crean conflictos que debilitan los lazos familiares. Son similares también, en el hecho que ambas son rechazadas por otros miembros de la sociedad que no la padecen. E incluso, el infectado puede sobrellevar los malestares por tanto tiempo que logra acostumbrarse a ellos y los toma como parte de su vida; así mismo, el discriminador convive con actividades discriminatorias por un tiempo tan largo que le parecen comunes e incluso correctos. Lo irónico es que ni estas discriminaciones sexistas ni los virus, son discriminantes en sí mismos, pues puede contagiarle o afectarle a cualquiera que no esté preparado.




Todas las imágenes pertenecen a Ilsa Martínez Martínez a quien corresponden todos los derechos. 

1 comentarios:

Miguel dijo...

Me parece un buen punto de vista.

Publicar un comentario

¡Cuida tu vocabulario y no te abstengas de expresarte!

Twitter Delicious Facebook Digg Stumbleupon Favorites More