2011/10/20

Deprisa y con hambre.


Los trastornos y los malos hábitos alimenticos en los jóvenes de hoy son causados en su mayoría por la acelerada y superficial forma de vida a la que están condicionados por la sociedad actual. Estos trastornos y malos hábitos se evidencian en la abstención voluntaria o involuntaria de consumir alimentos, en las dietas poco saludables, en la falta de un horario de alimentación o en el uso de prácticas y/o medicamentos para devolver la comida ingerida.

La fundación EROSKI de España en su revista Idea Sane (Idea Sana) publicó un artículo que va de la mano con la anterior información. Según esta fundación los jóvenes —y la mayoría de las personas—de hoy comen poco con poco tiempo y comidas poco saludables, o en su defecto evitan comer. Estas prácticas pueden causar sobrealimentación o desnutrición.  Ambos casos mencionados por la EROSKI son extremos muy comunes que pueden ser agravados cuando agregamos otro factor de peso: la obsesión por la belleza.

Todas estas actitudes frente al « comer »pueden cobrarnos años de vida, según una asociación internacional de expertos que realizó un estudio llamado: Entendiendo la Incertidumbre (Understanding uncerteinty), quienes afirman que “la diferencia máxima entre las personas que tienen una vida saludable y aquellos que tienen todos los malos hábitos, es de 14 años”. Estos datos son importantes, pues evidencian que detenernos por un momento sobre la forma como llevamos nuestra alimentación, no es para nada, una pérdida de tiempo.

Todo lo anterior es muy notorio en nuestras universidades colombianas, sobre todo en las ubicadas en ciudades capitales, donde los jóvenes se ven arrinconados por fuertes horarios, poco tiempo de receso o exceso de trabajo de ellos mismos y de sus padres. Esto impide que ellos puedan darse el lujo de comer en sus casas o que logren huir efectivamente de la mala alimentación y de las comidas rápidas.


En mi caso, por ejemplo, mi horario y el tiempo que como universitaria le dedico a los trabajos, consume muchas veces las horas del desayuno o el almuerzo, lo que provoca a su vez, que coma muy poco o haga abstinencia involuntaria. Eso, sin contar las horas que pierdo de sueño y el estrés que se acumula en los hombros, que influye en la pérdida del apetito.
 
Sin embargo, aunque a veces no sea fácil elaborar un horario al propio acomodo, todos pueden tomar ciertas medidas. Los días en los que no sea posible comer en la casa, preparar loncheras o meriendas, como si fuesen municiones para una fuerte guerra, o de lo contrario evaluar nuestro campo enemigo para tener en nuestro punto de mira los restaurantes en los que podemos comer.

Así, usted querido lector, sienta la necesidad de evaluar su propia dieta y sus propios hábitos alimenticios. Observe bien, no sea que muchos alimentos pasen por nutritivos cuando no lo son. Tenga en cuenta que enfrentar a los malos hábitos y a los trastornos alimenticios es como una guerra que se vive a diario, donde se debe analizar al enemigo en busca de debilidades, y las propias filas en busca de traidores. Y cuando el análisis está finalizado, se debe planear la estrategia; encontrar los sitios adecuados para librar la batalla y los recursos necesarios para lograr la victoria, quizás se trate de un par de horas de ejercicio o de sacrificar unas horas de sueño para prepararnos un buen desayuno. Además, claro está, se necesita motivación diaria y mantenerse alerta, para que el enemigo no llegue cuando no se está preparado y se cuelen un par de comidas chatarras que harán gran daño en nuestro frente. 

 De esta manera comer se convierte hoy en día en una carrera contra el tiempo, que requiere algo de esfuerzo y compromiso con uno mismo.

0 comentarios:

Publicar un comentario

¡Cuida tu vocabulario y no te abstengas de expresarte!

Twitter Delicious Facebook Digg Stumbleupon Favorites More