El
Decamerón
Jornada 6,
cuentos 9 y 10.
Un anónimo [1]
dio a la cultura del oriente medio su libro compilatorio más célebre: las mil y
una noches, de la misma manera Giovanni Boccaccio le dio a la Italia de del
siglo siglo XIV en adelante una obra
similar: el Decameron.
Al igual que Las mil y una
noches esta obra reúne varias historias contadas por los protagonistas de la
historia principal, donde se juega con el erotismo y con la vida de los
cuentistas sobre quienes pesa la sombra de la muerte. Se vuelven similares, así
como Scheherezade se ve obligada a la
narración de cuentos para preservar su vida, La Peste Negra (peste bubónica)
mueve a los protagonistas a relatar cuentos para contrarrestar la muerte
mientras se esconden para mantenerse con vida.
En el Decameron cada miembro
del grupo[2]
cuenta una historia por cada una de las diez noches que pasan en la villa donde
se nombra jefe del grupo “rey” que decide el tema sobre el que tratarán los
cuentos, de ahí el nombre “déka” 'diez' y “hēmérai” 'días'. De
esta forma se dividen también los capítulos con el título de “jornada” recopilando más de 100 cuentos en un libro considerado renacentista y que
trata de la inteligencia humana, la fortuna, el amor y la relación de la mujer
hija de la seductora Eva, muy difícil de saciar.
La sexta jornada
Cada jornada toma un tema y
una habilidad o sentimiento especial, la sexta jornada resalta el ingenio gracias
a la demanda del personaje en el papel de rey “Elisa” quien pide algunas palabras
ingeniosas se resarce de algún ataque, o con una rápida respuesta u ocurrencia
escapa a la perdición o al peligro o al deshonor.
El noveno cuento de esta serie es un texto corto, donde Guido Cavalcanti
relata la historia de un grupo de nobles que según la moda de la época se
reunían a comidas y visitas sociales, a este grupo el micer Betto Brunelleschi
pretendía atraer a un filósofo natural llamado Guido de buena fama y buenas
costumbres a su grupo sin lograrlo.
La historia cuenta que micer
Betto halló a Guido en un cementerio y preguntósele, con intenciones de
gastarle una broma, el por qué no se unía a su grupo, diciéndole: “Guido, tú te
niegas a entrar en nuestra compañía; pero di, cuando hayas encontrado que Dios
no existe, ¿qué harás?” a lo cual Guido, al verse rodeado de todos ellos
responde antes de escapar ágilmente “Señores, en vuestra casa podéis decirme
todo lo que os plazca”.
La explicación de esas
palabras la hace el mismo Betto dentro del cuento:
“Los aturdidos sois vosotros
si no lo habéis entendido: nos ha dicho cortésmente y con pocas palabras la
mayor injuria del mundo, porque, si bien lo miráis, estas sepulturas son las
casas de los muertos, porque en ellas se los pone y se quedan los muertos; las
cuales dice que son nuestra casa, y nos prueba que nosotros y los demás hombres
incultos y no letrados somos, en comparación de él y de los otros hombres de
ciencia, peor que muertos, y por ello al estar aquí estamos en nuestra casa”
La décima historia de esta jornada le corresponde a Dioneo quien relata
como uno de los frailes de San Antonio llamado fray Cebolla escapó a una burla
que por dos jóvenes le había sido preparada.
El ingenio se representa
aquí de la mano de Fray Cebolla quien habiendo prometido a algunos campesinos
mostrarles una reliquia: una la pluma del ángel Gabriel que supuestamente se
había caído en la alcoba de la Virgen el día de la anunciación; sin embargo, al
encontrar en lugar de ella unos carbones, dice que son de aquellos que asaron a
San Lorenzo.
2 comentarios:
no me sirve
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