Las elecciones
presidenciales de Colombia que se van a realizar el próximo domingo 25 de Mayo
se han convertido desde el punto de vista ético en una cachetada para el pueblo
colombiano. No se trata de una lucha mediática entre dos candidatos políticos,
se trata de una manipulación de medios, que en vez de cumplir con su labor de
informar son usados para legitimidad una campaña basada en insultos, atentados
verbales y controversias.
Los
candidatos se han negado a la principal obligación que tienen con sus electores
de difundir y debatir sobre sus propuestas de campaña para aplicar la
deshonrosa estrategia de ganar más electos a partir de ser “lo mejor entre lo
peor”, o de “robarle los electos a otro”.
No
se trata de una campaña que permitirá elegir la mejor persona para administrar
el país, sino de quien represente mejor papel en el show que se han montado.
Aspectos
tan delicados como la Paz, ese dulce sueño de los colombianos, se han
convertido en mero mercadeo, mera promoción de marketing y no un compromiso
serio.
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